HERNANDO CALVO OSPINA
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Calla y respira, un libro sobre tortura y dignidad

Jueves 28 de noviembre de 2013, por Carol Murillo

El colombiano Hernando Calvo Ospina presentó este 26 de noviembre, en la Feria Internacional del Libro de Quito, una obra que le toma el pulso a la represión política en el ‘febrescorderato’. Lo hace desde el relato de su experiencia cuando fue detenido en 1985 por las fuerzas del ‘orden’.

Por Carol Murillo Especial para EL TELÉGRAFO*

Hernando Calvo Ospina es un periodista colombiano al que conocí en 2010 cuando visitó Ecuador para presentar su obra Colombia: laboratorio de embrujos. Con un dominio del tema y una visión global de lo que implica el terrorismo de Estado en la historia de su país, Calvo trazó una radiografía que mostraba, sin tapujos, a todos los actores de la violencia colombiana. Y nos prometió más.

Hoy, Calvo está en Quito para presentar, en la Feria Internacional del Libro (FIL), el relato testimonial de unos hechos que marcaron su vida y templaron sus convicciones. Calla y respira es un libro que narra los sucesos que sufrió Hernando Calvo los últimos tres meses del año 1985, algunos en centros clandestinos de tortura y otros en la cárcel de la capital ecuatoriana.

En ese tiempo, Calvo Ospina era un estudiante de periodismo y divulgaba, junto con otros colegas, a través de la revista La Berraquera, las acciones y reivindicaciones de la izquierda. Eran años en que los gobiernos de la región habían recrudecido la represión policial y militar contra grupos insurgentes que nacían como respuesta a regímenes ya alineados a los designios de organismos económicos internacionales y a políticas de control estatal represivas. Eran, en Ecuador, los años del gobierno autoritario de León Febres-Cordero, que no cejó un día de perseguir no solo a quienes consideraba terroristas –eran los primeros tiempos en que el lenguaje para referirse a los subversivos cambió para, precisamente, deslegitimar las luchas de resistencia e insurgencia- sino a opositores de los partidos de izquierda.

Nuestros países, poco a poco, sobre todo los del sur de América, habían salido de dictaduras con características diversas; pero el hálito de la represión todavía surcaba la historia latinoamericana y algunos gobiernos, temerosos de que la subversión hiciera carne en la conciencia social de las mayorías, reprimía cualquier sombra de descontento que apareciera.

Hernando Calvo fue detenido sorpresivamente en una calle de Quito un día de septiembre de 1985. ¿El motivo? Se sospechaba que pertenecía a una de las guerrillas colombianas. A partir de allí, el autor relata -de manera cruda y desgarradora- la serie de interrogatorios, torturas y cambios de verdugos y métodos, con los que fue sometido por la policía ecuatoriana para que delatara sus actividades y también a sus posibles cómplices guerrilleros. Y cómo también, enseguida, fue aprehendido un compañero suyo que lo acompañó durante esos meses de encierro y tormentos físicos y psicológicos.

El libro tiene la virtud de que, a pesar de que narra hechos de un terror inaudito, cometidos en celdas clandestinas y con prácticas aberrantes de tortura, que van desde el ataque físico hasta agresiones sexuales veladas, también trasluce hondos trazos de grandeza humana y no disimulado humor.

Y eso se lo debemos a un autor contagiado de los estímulos dicharacheros de la Colombia tropical que lleva en los genes, que instala a lo largo de su testimonio el estilo personal de un hombre que no se amilana ante nada y que siempre mira el futuro con un optimismo superior.

Podría decirse que este es un libro político y también subversivo. Y lo es. Porque da cuenta de un momento particular de la “enfermedad política” de las oligarquías criollas (y su aparato estatal) que reprimían sin dios ni ley a quien osara poner en duda su forma de gobernar y excluir a las mayorías.

Calla y respira desnuda las estructuras policiales en un período clave de la historia regional, cuando determinados miembros -de tales instituciones- fueron entrenados en los métodos más sanguinarios de la represión y la tortura. Los objetivos eran varios: estropear el cuerpo de los subversivos; anular y vaciar la conciencia que habían adquirido en las luchas sociales de sus pueblos; y, desmantelar a sus organizaciones políticas mediante la delación.

El libro da cuenta de unos verdugos -preparados para liquidar el sentido de la lealtad y la rebeldía- que no siempre eran capaces de comprender que la conciencia social puede llegar a proyectar la condición humana por fuera de los circuitos de la miseria del poder.

En eso es aleccionador el libro de Hernando Calvo, pues tantos años después de esos sucesos, él mantiene su coherencia política, y hoy sabe que semejante “prueba” fue un pasaje de aprendizaje y afirmación.

Pero también el relato es una muestra de la sinrazón política. Porque nadie actuaba en el Servicio de Investigación Criminal (SIC) -de tan triste recordación en nuestro país- sin la venia del poder político de entonces. En ese entonces se sabía que el ‘febrescorderato’ se jactaba de decir que “a los subversivos se los mata la víspera como a los pavos”, y que no había que tener contemplación con quienes alteraban el “orden social” (impuesto por las élites, les faltó explicar).

Las torturas que describe Hernando Calvo se conocían en los círculos políticos del más alto nivel y eran aprobadas casi con fervor.

Vale la pena leer este libro, que atrapa desde el principio, que no solo es la historia de Hernando Calvo, sino una parte de la historia más triste y sucia del poder político y policial de aquellos años en Ecuador. Un poder que hizo añicos la libertad de resistir y que confundió democracia con represión.

(*) http://www.telegrafo.com.ec/cultura...

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